En varios países de Europa, tener un televisor en casa no es solo una decisión de entretenimiento: también implica una obligación fiscal. Reino Unido, Alemania, Italia o Suiza, entre otros, aplican un canon anual que los ciudadanos deben pagar simplemente por poseer un aparato que pueda reproducir contenido audiovisual.
Este impuesto —conocido como “canon televisivo” o “tasa audiovisual”— no es un tributo menor. En Alemania, por ejemplo, ronda los 220 euros anuales por hogar. El dinero recaudado no va a manos de empresas privadas ni al presupuesto general del Estado: financia directamente a los medios públicos.
Sin embargo, de este lado del océano, esta práctica no solo suena ajena sino que casi nadie sabe que en el viejo continente, en el primer mundo, existe un impuesto obligatorio por el solo hecho de tener un televisor.
Aunque existen medios públicos en muchos países de América, su financiamiento suele provenir del presupuesto estatal o de fuentes privadas, y, en muchos casos, su oferta audiovisual es mucho menor que el que tienen sus pares europeos.
Esta diferencia no es casual. Responde a modelos históricos, políticos y culturales profundamente distintos en la manera de concebir la comunicación, el rol del Estado y el acceso a la información.
Europa tiene una larga tradición de medios públicos fuertes, nacidos tras la Segunda Guerra Mundial con la misión de contribuir a la reconstrucción democrática. En ese contexto, el acceso a una información confiable, culturalmente rica y plural se convirtió en un objetivo central del Estado.
La BBC en el Reino Unido, ARD en Alemania, France Télévisions en Francia y RAI en Italia se consolidaron como instituciones autónomas, con una misión de servicio público que iba más allá del entretenimiento.
Para sostener esa independencia, se optó por un sistema de financiamiento directo a través de un canon que pagan todos los hogares. La lógica es sencilla: si los medios públicos deben servir al conjunto de la ciudadanía, deben ser financiados por ella de forma directa y universal. No depender de anunciantes ni de decisiones presupuestarias del gobierno de turno permite mantener una mayor autonomía editorial.
Quienes defienden este modelo argumentan que garantiza contenidos de calidad, con fuerte presencia de programación cultural, científica, educativa e inclusiva. También destacan su rol clave en la producción de información confiable y en el sostenimiento de una industria audiovisual nacional menos sujeta a las reglas del mercado.
Sin embargo, el sistema no está exento de críticas. En algunos países, el canon ha sido cuestionado por ser regresivo —ya que todos pagan lo mismo, independientemente de su nivel de ingresos— o por no reflejar los nuevos hábitos de consumo digital. En Francia, por ejemplo, fue eliminado en 2022 y reemplazado por una asignación directa del presupuesto público, aunque esto abrió otro debate: ¿no pone eso en riesgo la independencia de los medios al vincularlos más estrechamente con el poder ejecutivo?
En América, y especialmente en América Latina, los medios públicos han existido, pero nunca tuvieron el mismo peso ni la misma legitimidad que en Europa. La televisión se desarrolló con una impronta fuertemente comercial, impulsada por la publicidad y las lógicas del rating. En este contexto, la noción de un impuesto obligatorio para financiar canales estatales fue vista con desconfianza, tanto por razones ideológicas como culturales.
En Estados Unidos, la cadena PBS (Public Broadcasting Service) cumple funciones similares a las de la BBC, pero su financiamiento se basa en una combinación de donaciones voluntarias, aportes de fundaciones privadas y algunos fondos estatales. No existe ningún tipo de canon obligatorio.
En América Latina, canales como la TV Pública Argentina, TVN en Chile o Canal Once en México dependen casi exclusivamente del presupuesto estatal, lo que muchas veces los deja expuestos a vaivenes políticos y recortes arbitrarios.
Esta forma de financiamiento plantea desafíos importantes. En primer lugar, los medios públicos muchas veces quedan a merced de los cambios de gobierno, que pueden interferir en su línea editorial o limitar sus recursos si los consideran críticos o innecesarios. En segundo lugar, la falta de financiamiento estable y autónomo les impide competir en igualdad de condiciones con los gigantes privados, lo que debilita su capacidad de llegar a grandes audiencias.
Algunos argumentan que el modelo comercial permite una mayor diversidad de voces, ya que cualquier actor privado puede entrar al mercado si logra atraer audiencia. Pero otros advierten que esa lógica también concentra el poder en manos de grandes conglomerados mediáticos, que priorizan contenidos rentables por sobre los educativos o culturales.
Dos concepciones de lo público
Más allá de los aspectos técnicos, la diferencia entre ambos modelos revela una divergencia más profunda: cómo se entiende lo público. En Europa, predomina la idea de que ciertos bienes —como la educación, la salud o la información— deben ser garantizados colectivamente, incluso si eso implica pagar impuestos específicos. En América, en cambio, suele primar una visión más individualista, donde el Estado debe intervenir lo menos posible, y cada ciudadano paga solo por lo que consume.
Esto también se refleja en los niveles de confianza. En muchos países europeos, los medios públicos son las fuentes de información más confiables, según encuestas internacionales.
En América Latina, por el contrario, tanto los medios estatales como los privados enfrentan altos niveles de desconfianza, en parte por su fragilidad institucional, pero también por la polarización política.
Cuánto se paga en Europa por el impuesto de la TV
El monto del impuesto o canon televisivo en Europa varía bastante de un país a otro, tanto en el valor anual como en la forma de cobro. A continuación te dejo una tabla actualizada con ejemplos de algunos países europeos y cuánto se paga aproximadamente por año:
País | Monto anual del canon (aproximado) | Forma de cobro |
---|---|---|
Alemania | €220 | Por hogar, independientemente del número de dispositivos |
Reino Unido | £159 | Por televisor, obligatorio si se ve TV en vivo o BBC iPlayer |
Italia | €90 | Incluido en la factura eléctrica |
Francia | Eliminado en 2022 | Antes era €138, ahora se financia desde el presupuesto estatal |
Suiza | CHF 335 (unos €340) | Por hogar, obligatorio aunque no se tenga televisor |
Austria | Entre €250 y €320 según la región | Varía por estado federal (se suman tasas regionales) |
Suecia | 1% de los ingresos personales (máx. €130 aprox.) | Proporcional al ingreso, desde 2019 |
Noruega | 0,93% del ingreso bruto (máx. €200 aprox.) | Reemplazó el canon tradicional en 2020 |
Dinamarca | Eliminado en 2022 | Se reemplazó por financiamiento vía impuestos generales |
Finlandia | 2,5% de los ingresos (máx. €163) | Llamado "impuesto de medios", progresivo |
- En la mayoría de los países, el canon no depende de cuántos televisores tengas ni de cuánto los uses: basta con tener un hogar equipado para acceder a contenido audiovisual.
- Varios países han eliminado el canon en los últimos años (como Francia, Dinamarca o Noruega) y lo han sustituido por modelos de financiamiento directo desde los impuestos generales. Esto ha generado debates sobre independencia editorial.
- En Alemania y Suiza, el canon es uno de los más altos de Europa, pero también sostienen algunos de los sistemas de medios públicos más robustos del mundo.
- En países como Suecia y Finlandia, el canon se transformó en un impuesto progresivo que se paga según los ingresos, buscando mayor equidad.